Con la irrupción de las redes sociales e internet como vehículos de la inmediatez informativa, más allá de los canales de noticias 24 horas, nada volverá a ser como antes. Previo a la nueva oleada (Inteligencia Artificial, Realidad Aumentada, Realidad Virtual, Periodismo Inmersivo 360º…), los contenidos informativos convencionales se tambalean, zarandeados por el nuevo orden que impone la jerarquía de redes y el social media. El cambio en los hábitos de consumo reclama nuevos productos informativos, nuevos roles del comunicador, nuevos perfiles profesionales y una modificación del rumbo de la cultura de los medios.
La imposibilidad de sujetar al espectador y secuestrarle en los horarios inamovibles de los noticieros al uso, sumada a su demanda constante de información provocan la subversión del marco vigente hasta ahora. Se produce una noticia y el ciudadano la quiere ¡ya!, en ese momento. Si no se la proporcionamos los medios -en la plataforma que prefiere, en su soporte predilecto, su horario elegido y en la narrativa donde se encuentre más cómodo-, otros lo harán por nosotros. Ya lo están haciendo. Es justo en ese momento cuando hemos perdido la mayor parte de ese poder que se nos atribuía hasta la fecha. Nuestra profesión se vuelve más oscura, pero de esta crisis surge la oportunidad de hacer una comunicación más fluida, bidireccional, enriquecida y completa, para la que necesitamos la complicidad de quien está al otro lado, justo a quien habíamos menospreciado/minusvalorado en un proceso en el que nosotros teníamos “la sartén por el mango”. El partido se jugaba siempre en nuestro campo y a la hora que nosotros decidíamos
Breaking News e Informativos (Noticieros)
Los informativos ya no pueden seguir sosteniendo un relato meramente secuencial y repetitivo de los datos referidos en las redes desde varias horas antes. Ahora cabe un replanteamiento: formatear espacios donde gane terreno la interpretación, el fact-checking, la contextualización de las noticias, la opinión de los expertos, la curación de contenidos, el análisis. Las breaking news se trasladan a las redes sociales y tenemos que dividirnos. Una parte de la profesión se moverá con ellas (y los riesgos de la inmediatez) y otra esperará a ofrecer una presumible calidad fruto de la mayor elaboración y reposo de la información que esas noticias traen consigo. O será el mismo profesional el que tenga que adquirir los conocimientos y habilidades necesarias, incluidos los beneficios del periodismo móvil, para desdoblarse en las dos caras de la misma realidad informativa.
A medida que sean mayoría las generaciones que han nacido y evolucionado en este nuevo ecosistema, el noticiario de las tres (o el de las nueve) deja de tener sentido, y audiencia. Viramos a espacios con dos o tres temas tratados en profundidad, varias “baterías de breves” y vídeos viralizados que van y vendrán de las redes sociales, rebotarán en el televisor y volverán de regreso al punto de partida para seguirse distribuyendo en un giro sobre sí mismos. Mientras tanto, seguimos en la rueda de presentación+vtr, entradilla+colas, cebo, total suelto y contando lo obvio, que en invierno hace frío y en verano hace calor.
En la nueva era de la televisión sin televisor y el periodismo sin periodistas, salimos de la “caja tonta” al encuentro de nuestros clientes en el nuevo lugar donde viven: el teléfono móvil. Ese catalizador de emociones que concentra producción y consumo audiovisual. Nunca antes se dio esta aglutinación.
En un mismo dispositivo, el smartphone, se puede consultar datos, generar contenido audiovisual, distribuirlo y aguardar la reacción de los destinatarios. Pero la tecnología no sólo afecta a la inmediatez; también a la narrativa, la forma de presentación de noticias, la adopción de lenguajes alternativos para hacernos creíbles por distintas generaciones de usuarios. La diferencia es que el partido se juega ya -permanentemente- en su terreno, no en el nuestro. Y eso también nos desubica, nos descoloca, perdemos nuestro espacio. No perdamos, no obstante, nuestro sentido: la capacidad de contrastar fuentes, de verificar, de dar solidez y credibilidad al producto informativo.
Al encuentro de la noticia, con la tecnología
Las noticias no se producen en las salas de redacción. Tienen lugar en la calle…y allí hemos de salir a buscarlas. Algo tan simple que habíamos olvidado, absortos en la agenda de los políticos, las convocatorias oficiales y las notas de los gabinetes de prensa. La tecnología nos permite, ahora, entrar con mochilas 4g (pronto 5g, lo que multiplicará las posibilidades) donde antes sólo podíamos hacerlo con equipamiento DSNG o de Unidades Móviles. Apps como Live U o Swittcher Studio facilitan realización en directo con equipamientos móviles, siempre que la conectividad lo facilite, la tecnología lo posibilite y nuestra creatividad lo aproveche. Hoy, cada periodista es un medio de comunicación en sí mismo. Y aprovecha las opciones que le brindan Periscope, Facebook Live o Youtube para dar avances informativos o la noticia en sí misma. Otras opciones, como Whatchity, ofrecen un entorno colaborativo en el que los usuarios pueden aportar su producción a una realización conjunta desde múltiples puntos de vista. Tantos como teléfonos se sumen al “evento”.
Para determinadas coberturas informativas ya no se requiere la tripulación que desembarcaba en cualquier rueda de prensa como si fuera a la guerra: chófer, camarógrafo, sonidista, informador, realizador y productor. Algunos de ellos, y el equipo en sí, siguen siendo irremplazables en producciones de mayor rango, complejidad operativa o tecnológica. Si en 2020 casi todo el tráfico que circule por Facebook será vídeo y el 80% de las piezas que se consumen en esa red, a día de hoy, se ven pero no se oyen, algo está cambiando ahí fuera y nos lo hemos perdido. En vertical o en horizontal, con mayor o con menor calidad, con éste o aquel valor informativo. Quien concede el rango de valor a un producto audiovisual es el que lo consume. Como dijo Churchill “Hay mentiras, grandes mentiras…y estadísticas”.
Además, innovación mental
La reinvención tecnológica, a modo de cuarta revolución industrial, desvía el foco de atención. O, más bien, lo redefine. La fascinación que despiertan unas gafas de realidad virtual nunca puede suplantar al embeleso que genera una historia bien contada. Para ésta, a menudo, necesitaremos poco equipamiento pero mucha capacidad de sorprender, de atraer. Se requiere dominio de esos estilos, de la combinación de sonidos, imágenes, gráficos, efectos. Formarse y reformarse, tanto en tecnología como en narrativa. Somos storytellers, no tecno-testers. Lo importante sigue siendo la historia. Y, posiblemente, lo de menos sea el dispositivo en el que la consumamos. Vemos a jóvenes devorar capítulos de su serie favorita en el celular, mientras esperan al autobús, cuando nos cansábamos de asegurar que para grandes contenidos, grandes pantallas. Falso.
De la confluencia de los avances tecnológicos y las noticias cabe esperar algo más que fake news, desorientación, fragmentación, sobreinformación y saturación de canales. Hay que diseñar nuevas estructuras para los espacios informativos, reinventarlos, adaptarlos al gusto del espectador, desmitificarlos y ponerlos al servicio de lo que el maestro Gabriel Jaraba llama la “eclosión informativa ubicua”, de modo que dejarán de ser lo que hemos visto hasta ahora para servir al flujo constante que todo medio de comunicación se ve obligado a proporcionar.
Urbano García Alonso. Director General de la Corporación Extremeña de Medios Audiovisuales (CEXMA). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, formó parte de RTVE desde 1986 hasta 2017.